
-Cuando pienso en ti, mujer, ¿en qué pienso?
-No lo sabes. Es tanto, es siempre.
-Es fuerte y delicado, grande y detallado, rápido y duradero.
-Piensa. ¿Qué ves?
-La figura de la belleza, la vida sin su final, la fuerza del corazón y la energía de amar.
-¿Cómo?
-En otra dimensión. Tú, mujer, eres el signo más tangible que hay de eternidad.
-¿Tú crees?
-Cada vez me convenzo más y más de que tú eres un ángel que ha venido a salvar mi vida de la soledad y la maldad.
-¿Un ángel?
-¿Quién, sino tú, o Dios, conoce los secretos que esconde el corazón de una mujer?
-No te rindas
-…El cielo, sus ángeles, incluso Dios, han de ser seres afeminados para llevar el mundo con tal equilibrio y perfección.
-¿Sólo eso?
-Tú, mujer, me enseñas la sencillez del liderazgo, la suavidad del esfuerzo y del trabajo, el cariño por el amor y la amistad, la pureza de la inteligencia, la grandeza de la humildad y el poder del amor.
-¿Sigues pensando?
-Pensar en ti es inaudito; vivo por ti, es más sensato.
-Es más fácil recordar.
- Te tengo en mi mente siempre, en todo lugar, en todo momento, en toda acción que hago; eso es más fácil.
-Apenas entendible.
-Mi vida gira entorno a ti: incluso la fuerza más inagotable es fácilmente mansa al verdadero amor de una mujer.
-¿Qué harías?
-Hasta imposibilidades me provocas creer, mujer...
-¿Eso te enamora?
-Tu equilibrio y perfección.
-Son virtudes de los ángeles.
-Tú, mujer, eres un ángel. Eres la verdadera salvación del hombre.
-¿Lo dudas?
-Lo que ha sido, es y será mi vida es por ti y para ti.
-De acuerdo Corazón. Tu vida, que es la mía, es igual...
Y éste respondió:
-Gracias, Razón.
-No lo sabes. Es tanto, es siempre.
-Es fuerte y delicado, grande y detallado, rápido y duradero.
-Piensa. ¿Qué ves?
-La figura de la belleza, la vida sin su final, la fuerza del corazón y la energía de amar.
-¿Cómo?
-En otra dimensión. Tú, mujer, eres el signo más tangible que hay de eternidad.
-¿Tú crees?
-Cada vez me convenzo más y más de que tú eres un ángel que ha venido a salvar mi vida de la soledad y la maldad.
-¿Un ángel?
-¿Quién, sino tú, o Dios, conoce los secretos que esconde el corazón de una mujer?
-No te rindas
-…El cielo, sus ángeles, incluso Dios, han de ser seres afeminados para llevar el mundo con tal equilibrio y perfección.
-¿Sólo eso?
-Tú, mujer, me enseñas la sencillez del liderazgo, la suavidad del esfuerzo y del trabajo, el cariño por el amor y la amistad, la pureza de la inteligencia, la grandeza de la humildad y el poder del amor.
-¿Sigues pensando?
-Pensar en ti es inaudito; vivo por ti, es más sensato.
-Es más fácil recordar.
- Te tengo en mi mente siempre, en todo lugar, en todo momento, en toda acción que hago; eso es más fácil.
-Apenas entendible.
-Mi vida gira entorno a ti: incluso la fuerza más inagotable es fácilmente mansa al verdadero amor de una mujer.
-¿Qué harías?
-Hasta imposibilidades me provocas creer, mujer...
-¿Eso te enamora?
-Tu equilibrio y perfección.
-Son virtudes de los ángeles.
-Tú, mujer, eres un ángel. Eres la verdadera salvación del hombre.
-¿Lo dudas?
-Lo que ha sido, es y será mi vida es por ti y para ti.
-De acuerdo Corazón. Tu vida, que es la mía, es igual...
Y éste respondió:
-Gracias, Razón.
Comentarios
Javier, la razón nos habla de formas muy poco usuales y nos propone, yo quisiera pensar como vos, pienso que las mujeres son el motor del mundo, sin embargo hay un largo trecho entre la dialéctica de la razón y la dialéctica de la oratoria.
hasta ahora mi entrada preferida.
PD: Giros, reminiscencias!