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Mostrando entradas de diciembre, 2011

Sentidos

Tengo ganas de verte, como al sol que me despierta, como a las luces en la noche. Tengo ganas de olerte, como a los jardines de flores, como al café cuando quiero más. Tengo ganas de tocarte, como a la arena del caribe, como al piano en soledad. Tengo ganas de escucharte, como a los vientos del sur, como a los sónidos oníricos. Tengo ganas de hablarte, como cuando se evocan besos, como a la soledad: ¡libre!. Tengo ganas de recordar, como ser un pensamiento tuyo, como ver un arcoiris en tu piel. Tengo ganas de cerrar(te) los ojos, como imaginando bruma en el aire, como sintiendo desde las células. Tengo ganas de expresarme, como ante las alturas y no quedar con nada adentro.

El corazón de un hombre

Se dice que dentro de los corazones hay un mundo, un mundo de sueños y sentimientos; un planeta, que en el corazón de un hombre, se estremece cuando siente orbitar cerca el corazón de una mujer. Hubo un planeta de esos, que era pequeño, pero soportaba muchas fuerzas femeninas en su atmósfera. Ahí vivían la compasión, la paciencia, el amor, la soberbia y la inocencia. Y en este lugar, pequeño como una casa, con estos seres, naturales como animales, existe una gran historia. La inocenia fue la primera en salir. Fue al río y allí vio, sobre el horizonte, como una estrella enorme se escondía tras la cascada. La joven y tierna inocencia se emocionó tanto al ver tal maravilla que olvidó su baño y sus juegos en el agua y se devolvió corriendo a la casa de la paciencia. -¿Qué es? ¿Qué es? -le preguntó emocionada. La paciencia le acarició el rostro amablemente, con comprensión. -Cálmate. Dime. ¿Qué viste? -Una estrella. Era muy grande. Cayó por la cascada. La vi. La vi. Era roja y volaba