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Mostrando entradas de enero, 2010

Onírico

Estaba junto al lago, bajo la inmensa sombra de los árboles. Esa noche había una atmósfera más inquietante que de costumbre; la lenta y abrumadora brisa nocturna rozaba mi piel, incesante, como si su único deseo fuese desgarrarla. Me hallé ahí, perdido, sin saber cómo salir aún cuando sentía conocer perfectamente aquel lugar. Completamente solo, creí escuchar algunos ruidos, así que rebusqué difícilmente con mi mirada entre la negra profundidad del bosquecillo y los tenues rayos de luna. No obstante, no pude descubrir nada a mi alrededor. Quise tranquilizarme y pensé en tan sólo relajarme y disfrutar del profundo sonido del viento meciendo las ramas de la arboleda, entonces, una cálida caricia estremeció mi torpe cuerpo y luego de que mi espíritu se sintiera cercenado con ese inusitado contacto, lentamente, en un lapso que para mí lindaba en lo eterno, giré mi rostro encontrando tras de mí una mujer, una criatura hermosa, tanto, que para mí fue una confirmación de la existencia de Dios