Hablarte es, para mí, cambiar tu día con mi voz; guardar el tiempo en lo más íntimo de tu memoria, clavar la luz de tus ojos día a día en mi corazón, escuchar de tus labios brotar la poesía. No tiene precio, pero sería muy feliz mi alma, si además, consiguiera tener algo más de ti, si pudiera, la cobardía, ahogar en la mar y anunciar que no hay nada me haga más feliz. Pido al cielo que permanezca en tus mejillas, que la noche cace para ti la luna nueva, y en el invierno frío pueda yo abrigarte. Podría con un día de verano compararte, con la alborada más cálida y más bendita. Pero eres única, eres un sueño y eres real.