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Mostrando entradas de febrero, 2009

El reloj

Para leer con un reloj al lado, El reloj, segundo a segundo que me arranca de la vida para dar cuerda a sus engranajes que dictan una hora que no existe, un invento más del hombre, con su cruel tuc cada sesentava parte de minuto, me obliga a pensar en sincronía con él: -Mal-di-to-re-loj-me-es-tás-ma-tan-do-con-ca-da-se-gun-do-que-pa-sas... Es-to-nun-ca-a-ca-ba-rá-¿ver-dad? Y en mis últimos instantes de agonía, el reloj despiadado que no se detendrá nunca, con sus agujas como espinas envenenadas con cicuta, que en cada segundo desgarran de mi ser la vida misma, me dice al ritmo de su tuc bien medido, como sin sentimientos, con la misma frialdad del invierno y con la superioridad que le regala la eternidad que podría matar su cuerpo pero jamás el tiempo que lo gobierna, las últimas sílabas que escucharé en este mundo: -Es-el-fin... No-soy-tu-yo-;e-res-mío.

ONIRIS

¿Por qué, muchas veces, en la noche planea uno, antes de dormir, el sueño? Mas, es de imaginación un derroche, pues del subconsciente nadie es dueño. -Pero lo soy de mis días y noches y decido si odiarte o amarte… Si lo descubres, no me reproches: tal vez todo el día pueda darte cuando, alegremente, me sorprenda que mi cuerpo y sueño has poseído. Y antes del alba, cuando te has ido no existe fórmula que se venda para crear y domar ilusiones, pues sólo el Destino sabe esas soluciones

Ajedrez

Jorge Luis Borges: Ajedrez I En su grave rincón, los jugadores rigen las lentas piezas. El tablero los demora hasta el alba en su severo ámbito en que se odian dos colores. Adentro irradian mágicos rigores las formas: torre homérica, ligero caballo, armada reina, rey postrero, oblicuo alfil y peones agresores. Cuando los jugadores se hayan ido, cuando el tiempo los haya consumido, ciertamente no habrá cesado el rito. En el Oriente se encendió esta guerra cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra. Como el otro, este juego es infinito. II Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada reina, torre directa y peón ladino sobre lo negro y blanco del camino buscan y libran su batalla armada. No saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino, no saben que un rigor adamantino sujeta su albedrío y su jornada. También el jugador es prisionero (la sentencia es de Omar) de otro tablero de negras noches y blancos días. Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza

Mi rock n' roll

Me gusta esta música, su ritmo y sus palabras. Me gusta ser una roca que rueda con voluntad. Me gusta pulsar cuerdas que en su vaivén gritan de pasión y furia en notas que penetran mi piel. Me gusta cada rift sonoro que repetidamente se inunda de mi corazón sediento de poder y rebeldía. Me gusta como un bajo afinado con mi corazón altera mis sentidos, con ganas de jamás parar este éxtasis. Como efectos de una hierba, de un líquido o de cualquier psicotrópico, este rock me hunde y me eleva, me hunde y me eleva. El sonido poderoso de unas cuerdas vocales que vibran con cientos de armónicos mueven mis extremidades, mi cabeza... y mi cuerpo emprende vuelo. Llega lejos, años atrás, y, entre flores y notas, sombras, metal y carne el mundo se torna agradable.

Confesiones de un enamorado

Primer monólogo: para otra, << ¡Oh! ¡A qué inconcebible universo me transportó su bendita mirada! ¡Me perdí en la infinidad de sus ojos, en la inmensa oscuridad de sus pupilas irisadas! Y ahora, no sé donde he quedado ¡Qué error he cometido! ¡Qué condena debo pagar! Que me perdone Dios por haberla querido más de lo que merecía, uno no debe dar amor a diestra y siniestra como asegurando el reino del cielo… ¿Pero qué tonterías son éstas? Por ella daría mi vida una y otra vez, sin arrepentimientos. O bien, soy capaz de bajar al infierno si así desea despedirme de su vida, pero… no es tan cruel. Si me hubiera dado una oportunidad, yo no estaría en esta amigable resignación que causa tristeza y soledad, de las cuales no puedo escapar. Pero, ¡ah, claro! Debo agradecer su enseñanza de conformismo, esa negligencia ética, molicie de vida que ahora me toca practicar porque ella así lo quiere para mí. Y yo, que hago lo que desee… Según ella, me debe bastar con su amistad. Pero qué e