Él está acostado en su hamaca y ella se acuesta en el piso, a un lado de ésta. Se queda mirándolo desde abajo, como quien mira una pieza inalcanzable de un museo. En el fondo, sabe que es inalcanzable, al menos para ella. Lo mira como si él estuviera sobre un rascacielos y no a unos cuantos dedos de distancia. Ella le mira sus ojos, mientras él los protege dentro de las páginas de su libro, y es como si viera las estrellas o las nubes al atardecer. Sabe que están ahí, pero no sabe lo lejos que están.
Dejo mi ciudad en una tarde rosa, los edificios viejos y violetas, las nubes entre amarillas y rojas, el cielo que es azul en el horizonte y oscuro sobre las montañas. Ah, calentamiento global ¡Qué bien se ve y qué mal hace! Extrañaré esta grande ciudad, sus tres cielos y su frío, la noche opaca e impenetrable con contadas estrellas, los vientos que desgarran los árboles y arrullan, con las hojas, los insectos. Extrañaré las calles limpias y los andenes altos. Cambio el amanecer tardío por un atardecer a las 7 pm con leche y estrellas en el cielo, con las olas bañando la arena y la marea dándome cafeína; cambio kilómetros de cotidiano caminar por el sudor de unos metros cuesta arriba; cambio la rutina sedentaria por cortos paseos en fiestas carnavales, comparsas, con la compañía de una mujer y el calor entre la brisa y el agua, desde el mar hasta las nieves. Dejo mi ciudad, pero no tardo. volveré pues me gusta la frialdad la congestión, la polución, la luz artificial, las chaquetas y c...
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